lunes, octubre 1

01OCT. Doble celebración.

Últimamente se me da muy bien eso de desaparecer... ¿Cuánto tiempo, no?
Decidir volver el día del cumpleaños de mis padres, de ambos, no es fruto de la casualidad. No creo en ella gracias a alguien. Referencias a parte, mi regreso debía postrar su motivación en un blanco capaz de acompasar el movimiento de falanges con la salida ordenada de ideas y tener,al mismo tiempo, un valor añadido. El cumpleaños de nuestras madres y padres es, de por sí, un día especial en cada familia, pero en casa, en mi casa, adquiere un tono caótico impulsado por la coincidencia de que ambos compartan aniversario y de paso chafen la economía de aquellos implicados en tal distintivo acontecimiento. 
Echo de menos hacerles un dibujo con acuarelas que les de los buenos días desde el frigorífico, esa bisutería imposible que envolvía con sumo cuidado en papel de un chirriante brillo y que, de forma muy diplomática, mi madre recibía entusiasmada. Casi eufórica. El día que mi padre dejó de fumar, hace ya 12 años, fastidió por completo la colección de mecheros que año tras año iba creando. Muy buenos, eso sí. Truncó el comodín que resolvía días del padre, San Eduardo y todo lo susceptible de celebración. Gracias a Dios que ya no consume semejante droga y gracias también a que mi buen gusto mejoró con el paso de los años.
Hoy, primeros de octubre de 2012, y a mis veintidos primaveras dedico mis buenos días a ellos, en realidad les dedico todo lo mejor de mi. Esta condensación de visceralidad compactada con mucho amor es el mejor regalo que pudieron hacerme y, aunque ya no haga dibujos y no espere a tachar este día en el calendario para comprar un detalle de mayor o menos intensidad, les quiero igual y, estoy convencida de que, mejor. Me obsequian con lo más valioso; su vida. Entre admiración y adoración se debate un 'tira y afloja' que, victorias a parte, solo bien produce. ¡Felicidades!
Buenos días, sean muy felices.

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